El test de oclusión es una prueba esencial para saber si una persona con un tumor en la cabeza o en el cuello o un aneurisma intracraneal que comprometen a una de las dos arterias carótidas internas puede ser operada. Se trata de evaluar la capacidad de compensación del flujo sanguíneo en el cerebro, es decir, determinar si se puede sacrificar una de estas arterias al intervenir el tumor sin que ello ponga en riesgo la salud neurológica y la vida del paciente.
Para ello se introduce un catéter desde la ingle con un balón coaxial por la carótida para bloquear el aporte de sangre en el punto donde se plantea la operación y “ver si el flujo por la otra arteria compensa: si no compensara no se podría operar, es imprescindible saberlo”, precisa Antonio Pinar, responsable de la Unidad de Radiología Vascular del Hospital General Universitario de Ciudad Real.
El test de oclusión se realiza con la participación de anestesistas y de neurólogos. El paciente está sedado pero consciente y mientras dura la prueba, una hora como máximo, “se le pide que hable, que identifique colores, que nos diga el nombre de sus hijos y familiares. Se trata de saber si está funcionando bien la circulación y no se producen déficits neurológicos que afecten al funcionamiento del cerebro. Si es así, ha destacado el doctor Pinar, significa que se puede quitar esa carótida durante la cirugía del tumor; en caso contrario no se puede intervenir”.
Esta intervención es un hito importante para el Hospital General Universitario de Ciudad Real, que se sitúa a la vanguardia de la medicina neurovascular en la región, y, según Antonio Pinar, “evidencia nuestro compromiso con la innovación y la excelencia en el cuidado de la salud al implementar la aplicación exitosa de técnicas avanzadas y la colaboración con expertos de prestigio”.