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La desaceleración económica se cuela en la campaña
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La desaceleración económica se cuela en la campaña

  • El Estado tiene dos de sus cuatro pilares administrativos -las Comunidades Autónomas y la Seguridad Social- con unas necesidades financieras de 32.000 millones anuales
  • Ambos pilares son los que fundamentan el Estado Social y del bienestar: las pensiones, la sanidad, la educación y los servicios sociales

jueves 10 de octubre de 2019, 21:06h
Al servicio de estudios del BBVA, le ha seguido el informe de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) y los indicadores macroeconómicos del servicio de estudios de Bankia… Todos coinciden la economía se desacelera, que seguimos creciendo pero menos y menos de lo previsto inicialmente… Y, además del Brexit y de la guerra comercial, los analistas apuntan como causa interna la situación de inestabilidad política. Y, aquí estamos en campaña, y se toman decisiones de política económica que huelen más a un objetivo electoral que relacionadas con la estabilidad y el crecimiento. Algunas de ellas son groseras en las formas (libramiento de las actualizaciones de la financiación) y otras (tratamiento para dejar de fumar) son para que paguen otros, en particular las Comunidades Autónomas.

Nadie, tampoco los partidos de oposición, habla de cómo se va a afrontar la situación de desaceleración económica. Todos –sin distinción de colores- piensan en los nichos de votos y hay promesas para todos los sectores, desde la de más gasto a la de menos impuestos. Entre las asignaturas pendientes que en materia económica tiene la estructura del Estado hay dos especialmente importantes: La financiación de la Seguridad Social (las pensiones) y la financiación de las Comunidades Autónomas (que es tanto como hablar de la sanidad, la educación y la dependencia y los servicios sociales). No apura tanto la financiación de las Corporaciones locales (que se nutre fundamentalmente de dos impuestos que no se ven muy afectados por los vaivenes de la economía: el IBI y el numerito del coche) y apura, pero menos, la del gobierno central. Es decir que dos de las cuatro patas del entramado tienen problemas económicos y financieros serios. El déficit de la Seguridad Social superará los 16.000 millones de euros este año según la AIReF. Las Comunidades Autónomas tienen un modelo de financiación deficitario en no menos de 16.000 millones anuales, y así lo hizo saber la ahora ministra de Hacienda cuando era consejera del ramo en Andalucía. Dicho de otra forma: son necesarios 32.000 millones de euros más al año para poder una adecuada prestación de los servicios del Estado del Bienestar. Todo un tema de Estado, esencial en la configuración de nuestra democracia y que deberá ser abordado por el nuevo Gobierno.

La desaceleración se traduce en una caída de ingresos de las administraciones públicas

Y encima entramos en una situación de desaceleración económica, que se traduce en menos ingresos. Con menos crecimiento, menos generación de empleo, lo que afecta a los ingresos de la Seguridad Social (cotizaciones) y también impacta en ingresos por rentas del trabajo (IRPF). También la desaceleración se traduce en menos consumo, lo que afecta a los ingresos por IVA e impuestos especiales, figuras fiscales que sirven para nutrir las arcas de las Comunidades Autónomas y del Estado, lo mismo que el IRPF.

Dicho de otra forma, van a sufrir los ingresos públicos. Y si sufren los ingresos ordinarios sólo cabe aplicar ingresos extraordinarios (deuda pública) para evitar que sufran los gastos: pensiones, sanidad, educación… Pero la capacidad de endeudamiento ha tocado techo. Aún más, somos uno de los países occidentales con mayor deuda soberana en manos extranjeras. Y legalmente, la prioridad en el pago es para estos acreedores.

¿Qué terapia quiere aplicar cada partido a esta situación? Hasta el momento, la única medida efectiva es apelar a no caer en el pesimismo, que hablar de desaceleración no es hablar de recesión. Es lógico que se haga ese llamamiento para que el dinero -que siempre es cobarde- no deje de circular. Porque si no circula, la economía se resiente todavía más. Pero esas palabras tienen que ir acompañadas de medidas concretas. Porque el miedo es libre.

El escenario futuro

Los analistas económicos parten del escenario actual para calcular sus previsiones. Los políticos deben tener en cuenta, además, las posibles variaciones de los escenarios para calcular cómo puede evolucionar la situación. Y en esas proyecciones hay que considerar que en 2020 habrá elecciones en Estados Unidos. Que la carrera presidencial ya está en marcha. Que Estados Unidos es el actor que está marcando la agenda económica que está impactando en la desaceleración y que esa carrera presidencial augura que se va a subir el diapasón. Que la frontera turca se ha calentado. Que se mantiene el conflicto en torno al petróleo del Golfo Pérsico, que también se mantienen las restricciones al petróleo de Venezuela…

Luego habrá que abordar los puntos débiles de nuestra economía para tratar de reforzarlos. Y a eso le añadimos las cuestiones internas. Hablan los economistas de que empeora la productividad y la competitividad, lo que supone es que nuestros productos y servicios pierden capacidad para ser vendidos, máxime en un escenario de proteccionismo y de barreras arancelarias. Que si el tema catalán, que si los bloques, que si la formación de gobierno. Cualquier diálogo de la cuestión catalana incluye la cuestión económica y de financiación como una de las vías para aliviar y distender y poder llegar a un entendimiento con el independentismo más moderado de la izquierda y con los sectores empresariales de la región. Está la sentencia, los presos, la crisis de convivencia.

¿Algún candidato a presidente puede hablar de eso al pueblo español? O van a seguir con los anuncios para captar votos al hilo de lo que dicen los institutos de opinión.

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