El covid ha puesto a prueba la capacidad de resistencia del sector turístico regional, que venía creciendo ininterrumpidamente durante los últimos años. El desarrollo de un plan estratégico y la modernización del sector se ha topado de repente con una pandemia, en la que las restricciones a la movilidad, la suspensión de celebraciones de fiestas, eventos y campañas como la se la Semana Santa e incluso el cierre de establecimientos durante un mes entero (abril) ha golpeado con fuerza a un sector prioritario en la actividad económica. Los datos del cierre de 2020 conocidos en las mismas fechas en las que el sector debería estar viviendo su fiesta internacional FITUR 21 son una foto del terremoto que vive el sector: Un desastroso cuarto trimestre ha puesto el colofón al peor año para el sector turístico en la región, con una caída interanual del 69,9% en el número de visitantes y del 68,3% en el de pernoctaciones en el mes de diciembre. Ello acompañado por el cierre de uno de cada cinco establecimientos y pérdidas del 43,4% del empleo en el último mes del año, lo que da una idea de la severidad de la crisis de uno de los sectores económicos de mayor crecimiento.
El inicio del año prometía un buen ejercicio, con unas cifras que mejoraban el mismo periodo de 2019. En el bimestre de enero y febrero de 2020 se registraba un aumento de casi 18.500 visitantes (6,8%) y de algo más de 26.000 pernoctaciones (6,4%), en un escenario en el que apenas si se habían producido variaciones desde el punto de vista de la oferta, en cuanto a número de establecimientos abiertos y plazas. El empleo aumentaba en ese periodo en un 2,7%. Los primeros casos de contagios y fallecimientos en España, el estado de alarma y el cierre de la actividad supusieron un duro golpe para el sector, que vio desplomarse las cifras y el esfuerzo y la inversión de los últimos años.
En junio, con la desescalada sólo abrieron la mitad de establecimientos que un año antes. El sector estaba tocado y algunos negocios echaban la persiana, si no definitivamente, sí por un periodo grande. Los meses de agosto, septiembre y octubre, donde los hoteles de la región ocupaban a una media de 3.000 trabajadores, apenas si llegaban a los 2.100 empleados. Ya no se llega a los 730 de 2019, en esos meses, las aperturas se mueven en 630. Ni la desescalada ni la fuerte reducción de los contagios lograban devolver el dinamismo. En agosto el número de 230.000 visitantes de un año antes se quedaba en 133.000. Las pérdidas de facturación superaban los 10 millones al mes.
Con el inicio de la segunda ola y las restricciones asociadas a la misma (cierres perimetrales, limitaciones del número de personas que se podían reunir…) el negocio vuelve a sufrir una nueva embestida. En diciembre, los viajeros pasan de los 159.582 en 2019 a los 48.102 en 2020. Las pernoctaciones, de 262.159 a las 82.988 y el empleo de 2.697 a 1.527. El año cierra con el 21,8 establecimientos menos abiertos, con caídas anuales del 43,4% en el empleo, del 69,9% en el número de viajeros.
Son las cifras del último mes, en pleno arranque de la tercera que se suma al pico de la segunda. Es la imagen fija en el cierre del año. Pero son los datos medios del año los que dan idea de cómo ha sido el ejercicio para el sector hotelero.
Desde el punto de vista de la oferta, en el año han permanecidos cerrados uno de cada tres hoteles (31%), lo que se ha traducido en una reducción del 33% de las plazas puestas en el mercado. El personal medio ocupado en el sector durante el año pasa de los 2.821 en 2019 a los 1.660 en 2020. De media, el empleo se ha reducido en 1.170 personas (43,4%).
El número de viajeros en el año pasa de los 2.276.842 a los 910.667, la pérdida media de visitantes cada mes (promedio anual) es de casi 114.000. Las pernoctaciones totalizan 1.567.571, frente a los 3.828.927 de 2019. Los grados de ocupación de las plazas ofertadas muestran también el impacto de la crisis. De porcentajes del 32,7% se pasa al 17,42%, lo que supone una reducción cercana al 47%. Las pérdidas en facturación superan los 100 millones de euros.
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