Y como vienen, se van. En los últimos tiempos y por la izquierda le ha pasado a Pablo Iglesias, Errejón, Susana Díaz… Por la derecha: Cospedal, Soraya… Fuesen y España no se hundió. Bien es cierto que cuando llegaron, tampoco se salvó. Fuesen… y no hubo nada. Su salida dejó más paz que alboroto. Porque a izquierdas y derechas hay mucho salvapatrias que cree que les cabe el Estado en el bolsillo y que antes de él o ella, el caos. Porque todo empieza con ellos, que ellos son la solución.
Yolanda Díaz porfió su lanzamiento hacia el estrellato con la reforma laboral a la que -cómo no- tacho de histórica, y ya lo señalamos en estas páginas es una “reformita”, que se olvida de los aspectos más lesivos, los relacionados con el despido: la indemnización y fundamentalmente los salarios de tramitación. Por ello de histórica tiene poco. Dijo bien Rufián de que les vendieron una moto y resulta que les daban una bicicleta. Incluso otro portavoz el de Compromís, que sí apoyo la propuesta, lo definió con ese “han levantado muchas expectativas” que luego han frustrado.
Los sindicatos y los empresarios, que son bastante pragmáticos, saben que la reforma es mini. Cada una de las partes salvó un mínimo… Y todos contentos. A futuro, los representantes de los trabajadores ponen la vista en una nueva regulación del despido. Los empresarios ven ese futuro más lejano y ahora aplauden que uno de los hombres de García Egea se equivocara con su voto y apoyara la reforma. Saben que, de haber decaído, la nueva hubiese sido más dura para que pudiera contar con el apoyo del bloque de izquierdas e independentistas.
Lo de la izquierda plurinacional, defensora de la España diversa, de la federación, de la confederación y, en algunos casos de la autodeterminación, tampoco tiene un pase en relación con lo propuesto por el Partido Nacionalista Vasco. Quería el PNV que en las relaciones laborales prime el convenio autonómico y desde el gobierno se empeñaron en que primara el nacional. Sin entrar a valorar si es mejor una postura u otra, la defendida por el gobierno es incongruente con su visión del país y especialmente con la que dice defender la nueva mesías. Entre los argumentos de los nacionalistas vascos el de que en muchos casos las actividades económicas de un territorio nada tienen que ver con esas mismas actividades en otras zonas. No sólo por la organización del trabajo, sino por las formas y niveles de vida.
A Yolanda Díaz la salvó ese diputado del PP, que con esta era la tercera vez que se equivocaba en una votación. Y que, de tan listo, no había aprendido de sus errores en las dos ocasiones anteriores. En la escena política, el error invita a la bronca desde la derecha, deja viva a Yolanda Díaz, lo que perjudica al candidato Pedro Sánchez, que hubiese sufrido un revolcón en caso de que la reforma hubiera decaído, pero del que hubiera salido con una modificación más dura y ambiciosa.