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Adiós a un gran hacedor de Castilla-La Mancha

Adiós a un gran hacedor de Castilla-La Mancha

jueves 25 de marzo de 2021, 12:38h

Era de esos hombres que tienen la capacidad de conocer a las personas en la primera conversación. Tenía facilidad para percibir los escenarios políticos, los inmediatos y los más lejanos. Esa perspicacia, esa clarividencia y esa agilidad no suelen ser moneda común en la política. Esas cualidades hacían de Jesús Fernández Vaquero una figura clave en la vida política e institucional de Castilla-La Mancha.

Fernández Vaquero en un encuentro con periodistas en diciembre de 2018
Fernández Vaquero en un encuentro con periodistas en diciembre de 2018

De hecho, fue el encargado de organizar el Partido Socialista para recuperar la Presidencia de la Junta de Comunidades en 2015. En su bagaje, la experiencia acumulada en la reestructuración del PSOE de Toledo, su capacidad de trabajo y sus buenas relaciones con alcaldes, militantes y dirigentes, tantos propios como de los adversarios. Fue durante años el principal estratega del partido y consejero del hoy presidente Emiliano García-Page.

Mantenía una estrecha relación con el que fuera el secretario general del PP de Castilla-La Mancha, Vicente Tirado. Ambos celebraban reuniones periódicas que han facilitado la vida política regional y que han evitado o rebajado muchos enfrentamientos subidos de tono.

Tenía gran capacidad de resolución de los problemas y no veía uno donde no lo había. Directo, rápido, ejecutivo, facilitaba las cosas y hacía fácil lo que parecía difícil.

Tuve la ocasión de trabajar cerca de él durante años. De esa época quedó un respeto mutuo y unos encuentros de vez en cuando para hablar de esto y aquello, de la situación política y de los medios de comunicación. Cuando terminabas, tenías las claves de lo que estaba pasando y de lo que iba a pasar. Y reconocías su trato afable, cercano y campechano.

Era de esos hombres de tierra adentro que sabían disfrutar de las pequeñas cosas, entre ellas de la música y de entre los géneros, el fado portugués. Su trabajo amanecía con un café en el bar cercano a su casa, donde empezaba el día con la primera reunión antes de ir allá donde tuviera su despacho.

Ahora su despacho lo tenía en el Senado, donde ocupaba escaño en representación de Castilla-La Mancha. Y sus desplazamientos a la Plaza de la Marina Española de Madrid no le impedían mantener sus costumbres de la primera reunión con el primer café. Si no todos los días, al menos todos en los que pudiera. La última vez que estuve al otro lado de la taza fue en octubre. La conversación -como siempre- fue útil y amena. Quedamos en hacer una entrevista para publicar. Pero la enfermedad fue aplazando las fechas. Hablamos varias veces por teléfono. La última recién salido del hospital antes de que volviera a ingresar.

En aquel café, tuve la sensación de que este gran hacedor de Castilla-La Mancha seguía activo y muy activo, a pesar de sus achaques y de la distancia que da el Senado. Algo más alejado del centro de poder, era perspicaz con los aciertos y errores y se dejaba querer por los que le querían.

De nuestra relación recuerdo como si fuera ayer cuando me pidió hablar en abril de 2015. Cuando estuvimos juntos y a propósito de un tema me dijo algo que le define: “Hay que hacer lo que hay que hacer. Pero en sus justos términos, sin pasarse”. Y así fue. Aquella labor me valió su afecto en medio del desafecto de otros. En otras ocasiones habíamos colaborado y hasta establecimos un sistema de trabajo. Hablamos en muchas ocasiones. Y ahora, se nos ha quedado una entrevista pendiente. Entiendo que allá donde vaya, las cosas serán mejores, más sencillas y más humanas.

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