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El valor del esfuerzo: recuperar la disciplina en la enseñanza
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El valor del esfuerzo: recuperar la disciplina en la enseñanza

viernes 14 de noviembre de 2025, 09:37h

En las últimas décadas y, sobre todo, en los últimos cinco años, la educación en el mundo ha vivido cambios profundos. Por un lado, metodologías más flexibles, evaluaciones continuas y planteamientos o enfoques que buscan facilitar el proceso de aprendizaje de los alumnos; por otro, la aparición de la inteligencia artificial que hará que ya nada vuelva a ser como antes. Sin embargo, esta búsqueda por facilitar el aprendizaje, que es legítima, deja a un lado un principio que, a mi modo de ver, es fundamental: el aprendizaje, si queremos que sea real y duradero, exige esfuerzo, sacrificio y disciplina. Y esto conviene recordarlo cuando celebramos el Día de la Enseñanza.

No se trata de complicar la vida ni de castigar al estudiante, sino de hacerle ver que el camino hacia la excelencia y la obtención de los mejores resultados no es fácil. Es fundamental que el niño aprenda a perseverar ante las dificultades, quiera o no siempre estarán ahí; a dedicar tiempo y atención a cada tarea, hoy en día esta facultad está muy dañada dado el impacto de las pantallas digitales en los cerebros en desarrollo de los niños y adolescentes; a corregir los errores y hacerles ver que no se trata solo de cumplir sino de buscar el trabajo bien hecho. Estos son valores que van mucho más allá de las aulas, son herramientas que serán fundamentales para ellos a lo largo de toda su vida.

El esfuerzo no sólo es necesario para adquirir conocimiento, sino también para forjar el carácter. Cuando un alumno comprende que el éxito requiere constancia, su autoestima se desarrolla y aumenta su resiliencia ante el fracaso o la frustración. La satisfacción de lograr algo mediante un trabajo honesto no tiene comparación con los logros fáciles e inmediatos, a los que están acostumbrados, y que de manera muy rápida les hace sentirse de nuevo vacíos. En este sentido, los educadores tienen una responsabilidad doble: por un lado, deben transmitir contenidos, pero, al mismo tiempo, también deben formar personas que sean capaces de afrontar los desafíos que les esperan con fortaleza.

Somos conscientes de que la sociedad de nuestros días busca y valora la rapidez y los resultados inmediatos. Sin embargo, la verdadera educación no puede sacrificarse en el altar de la inmediatez. La historia nos demuestra que los grandes logros, ya sean científicos, artísticos o deportivos, han sido el fruto de muchos años de trabajo silencioso, de rutinas que pueden parecer o ser aburridas, de mucha disciplina y constancia. Los alumnos deben aprender a valorar y apreciar este proceso.

Recuperar la enseñanza basada en el esfuerzo no implica volver a métodos autoritarios ni rígidos. Significa enseñar hábitos de estudio, motivar la curiosidad y, por encima de todo, hacer que los estudiantes interioricen y experimenten el valor de la superación personal. Un proyecto bien terminado, un examen preparado con tiempo y rigor, un deporte practicado con constancia: todo ello permite forjar individuos responsables que cuando crezcan contribuirán a la construcción de una sociedad mejor.

Para terminar, debemos recordar que la disciplina y el sacrificio no son limitaciones, al contrario, son los valores que nos permiten ser más libres. Quien aprende a trabajar con constancia y a retrasar la gratificación inmediata, se convierte en dueño de su tiempo, de sus capacidades y, en última instancia, de su destino. La educación basada en el esfuerzo es, hoy más que nunca, una educación para la vida.

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