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Salida triunfal de Urkullu tras las Elecciones al Parlamento Vasco 2020.
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Salida triunfal de Urkullu tras las Elecciones al Parlamento Vasco 2020. (Foto: EAJ-PNV)

Los errores de Sánchez, Casado e Iglesias empiezan a pasar factura al PSOE, al PP y a Unidas Podemos

  • Durante su mandato, Sánchez ha hecho relevante a la izquierda regionalista y nacionalista, que es la que mejora en las autonómicas detrimento del PSOE
  • Feijóo, que controló su campaña, ha demostrado el rédito de moverse en la moderación frente al radicalismo de Casado

lunes 13 de julio de 2020, 12:26h
Cuando Pedro Sánchez pactó con EH Bildu su abstención en una de las votaciones para la prórroga del estado de alarma a cambio de la reforma laboral se originó una tormenta que tenía mucho que ver con los sentimientos. No fueron pocos los que desde dentro del PSOE cuestionaron aquel movimiento. Las elecciones del domingo en el País Vasco han demostrado que aquel tacticismo fue un error del Partido Socialista. Hasta esa fecha, el PNV era el único partido que en Euskadi se presentaba como capaz de conseguir cosas en Madrid para el País Vasco. Esa venta de la influencia no mermaba electoralmente al PSOE, porque el electorado del PNV es de centro derecha, mayoritariamente nacionalista, que respaldaba a un partido caracterizado por la moderación y por huir de las estridencias.
El pacto PSOE-Bildu trasciende la prórroga del estado de alarma y la reforma laboral. El gobierno de España en ese acto dio capacidad de influencia nacional a la izquierda abertzale, quitándole la exclusiva al PNV. Y ese ha sido uno de los elementos que ha pasado factura electoral al socialismo y a Podemos en unas elecciones autonómicas. Antes, la izquierda determinante en el País Vasco era el PSOE, luego se sumó Podemos. Pero cuando el gobierno PSOE-Podemos cedió esa influencia a EH Bildu empezó a favorecer un corrimiento de votos hacia EH Bildu, especialmente desde Podemos.

Pero no sólo en el País Vasco. Pedro Sánchez buscó afianzar su gobierno con un partido confederal (Podemos) y con el apoyo de lo que en el argot político se conoce como “la periferia”, para referirse a los partidos nacionalistas y regionalistas. Ese movimiento ya se había dado en gobiernos anteriores, pero bastaba con un solo grupo, el catalán o el vasco. Lo hizo el PSOE. También el PP, que ha terminado por ser irrelevante en ambas Comunidades, donde el electorado de centro-derecha había virado su voto hacia formaciones de la tierra. Un movimiento que en Cataluña, el procés, sin pretenderlo, ha terminado por abortar, tal y como quedó patente con la victoria de Ciudadanos en las últimas autonómicas.

Ahora el espacio se ha ampliado. Y esa nueva dinámica ha extendido la capacidad de influencia de la periferia en las decisiones nacionales, de conseguir cosas para cada una de las regiones o provincias a cambio de ese apoyo. El equipo de Sánchez ha establecido un nuevo escenario, donde, a la larga, el más perjudicado es el PSOE, sobre todo para consultas autonómicas, porque ha dado carta de poder nacional a partidos regionalistas o nacionalistas, muchos de ellos del espacio de la izquierda.

Baste señalar que las mayores críticas a Pedro Sánchez desde la periferia provienen de líderes socialistas, como Lambán o García-Page. También hay mayor o menor contestación o mayor o menor apoyo al secretario general Sánchez en otras Comunidades donde no terminan de gustar algunas de las decisiones que se adoptan desde La Moncloa. Véase el caso de Ximo Puig en Valencia.

La jugada a corto empieza a pasar factura al PSOE. Y esa factura la están pagando y la van a terminar pagando los socialistas de las Comunidades Autónomas, salvo aquellos que hacen del PSOE el partido regionalista de su Comunidad, donde el impacto negativo puede ser menor o incluso irrelevante.

A Pablo Iglesias le ha pasado otro tanto, el carácter confederal de la formación no se trasladó al gobierno de la nación, donde en el reparto de cargos e influencias primaron el aparato de Madrid y los fieles a Pablo Iglesias. El primer aviso se lo dieron desde Andalucía, donde la líder de la formación, Teresa Rodríguez, anunció la creación de un nuevo partido. Hoy han desaparecido en Galicia en favor del Bloque Nacionalista y en el País Vasco ha perdido más de la mitad de los votos conseguidos en 2016. De los 157.334 se han quedado en 71.759. El personalismo de Iglesias y hacer política desde Madrid, aunque se vista de confederal, no vende en las regiones, al menos en aquellas donde hay un movimiento regionalista o nacionalista de izquierdas.

Y si eso le ocurría a Sánchez, a Casado la cosa no le pinta mejor. Feijóo ha revalidado su mayoría con un perfil de comportamiento similar al de Urkullu, marcado por la tolerancia, la moderación en las formas y en el fondo, la sensatez y la gestión y huyendo de la radicalidad y de la confrontación. Moviéndose en el pragmatismo y la cercanía, más que en la tecnocracia comunicativa que prima en Madrid. Es una forma de hacer de diapasón bajo, donde pocas veces se suben los decibelios. Feijóo controló, desde el gobierno, su candidatura y su campaña frente a los intentos de manejo de Casado y de Egea. En el País Vasco, el PP prescindió a última hora de un perfil más moderado, como el de Alejandro Alonso, en favor de uno más duro, como el de Carlos Iturgáiz. La jugada se ha demostrado un tremendo error, del que nadie da explicaciones.

El PP ha salido en tromba a decir que ha ganado Feijoo y Casado y que ha perdido el tándem Sánchez-Iglesias. Como frase queda bien, pero la realidad es otra. Lo que ha quedado patente es que la forma de hacer política de Casado no termina de calar en el electorado. La moderación le ha dado todo el espacio del centro y de la derecha a Feijoo. Un candidato más agresivo, con un mensaje más agresivo, sigue dejando en la irrelevancia al partido en el País Vasco. Ni con Ciudadanos, de la mano.

Y es que la formación naranja empieza a dar también señales de irrelevancia en Comunidades Autónomas. Ciudadanos ha cambiado una de las que debería ser su esencia, la de un partido moderado y moderno. Lo hizo cuando se debatió entre dar el sorpasso nacional al PP o ser bisagra. Sigue en ese debate, cuando el elemento esencial que le definió es el de tratar de representar al centro político.
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