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Hora de la responsabilidad individual ante la errática del poder
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(Foto: Congreso de los Diputados)

Hora de la responsabilidad individual ante la errática del poder

jueves 29 de octubre de 2020, 21:30h
Nos hemos acostumbrado a mirar al poder y a ponerlo en solfa. Es un comportamiento usual que se ha agudizado en un momento de crisis como el actual. Y en ello no falta la agitación de los otros, los adversarios de los unos -los que gobiernan-. Es cierto que los que gobiernan no ayudan a que sea de otra forma. Les falta humildad y empatía y les sobra poderío, que es una mala forma de entender el poder. Y no es que el ejercicio de la crítica sea censurable. ¡Todo lo contrario! Pero cuando en nuestro país mueren más de 200 personas cada día víctimas de la pandemia, llegado es el momento de replantearnos el comportamiento de todos, también el propio.
Esta misma semana un tertuliano de renombre abogaba en su intervención en una de las principales cadenas nacionales de radio porque el Gobierno decretase el estado de alarma y confinamiento y decía que a muchos, entre los que se encontraba él, les costaba hacerse a las normas de distanciamiento y a las restricciones marcadas para combatir la pandemia. Que sería bueno que el gobierno obligara. Como si el ejercicio de la libertad estuviera exento de la responsabilidad y ese compromiso se delegara en el gobierno. Como si los ciudadanos fueran menores tutelados.

Vino al recuerdo el final de uno de los grandes discursos de la Historia, el que pronunció John F. Kennedy hace casi 60 años en su investidura, el 20 de enero de 1961: “Así pues, compatriotas: preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país…”. Aquellas frases no se producían en una situación de crisis o, al menos, no de una crisis como la actual que sacude a toda la Humanidad.

Con la pandemia descontrolada, con 200 muertos al día, con el sistema sanitario sometido a tal presión que ya se plantea que en los próximos días puede llegar el momento de seleccionar a quién se destinan los recursos libres y a quien se abandona a peor suerte, es momento del ejercicio de la responsabilidad individual, de que cada uno se plantee qué puede hacer por ayudar a controlar el caos y salvar vidas -incluso la propia-. Un caos al que se ha llegado por comportamientos erróneos y decisiones erráticas o extemporáneas emanadas desde el poder.

En esta lucha de poco sirven lo que digan los que mandan si buena parte de los mandados hacen lo que les da la gana. Bien es cierto que los que mandan han dado muestras de estar perdidos y erráticos y de estar más preocupados por mantener -los unos- u obtener -los otros- el mando que por dedicarse a lo importante. Y en ese escenario, donde los que deciden están a otras cosas, y que cuando tienen que dar ejemplo de lo que predican hay quien hace lo contrario y no tiene consecuencias: van a fiestas multitudinarias o son cazados sin mascarilla o de copas a altas horas y sin mascarilla… Y nadie dimite ni es cesado. Mal se puede pedir a un pueblo cumplir aquello que incumplen los gobernantes.

Lo que ellos hagan mal es criticable, pero no es excusa ni justificación para que cada uno también practique el error. Cada uno debe ser consciente de que su comportamiento influye en la pandemia y debe tomar decisiones propias acorde con ello. Entonces su crítica y su exigencia además tendrán mucha más fuerza. No en vano el discurso de Kennedy se cerraba con las siguientes palabras: “…Finalmente, ya seáis ciudadanos norteamericanos o ciudadanos del mundo, solicitad de nosotros la misma medida de fuerza y sacrificio que hemos de solicitar de vosotros”.

La primera solicitud es la de un plan claro, firme y decidido para combatir la pandemia, que no esté sujeto a negociaciones de poder ajenas a las razones de salud. Lo segundo, que en ese plan, además, se respeten los principios de libertad y transparencia, por incómodos que puedan resultar a los que gobiernan, que nunca será una incomodidad comparable a la que están sufriendo las familias en lo afectivo, en lo social o en lo económico. Y la tercera, que salvo la lucha contra la pandemia y la crisis sanitaria, económica y social que ha generado, todo lo demás es secundario.
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