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El riesgo de potenciar lo que nos diferencia en lugar de lo que nos une
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(Foto: Congreso de los Diputados)

El riesgo de potenciar lo que nos diferencia en lugar de lo que nos une

jueves 19 de noviembre de 2020, 20:58h
El escenario económico y político nacional invitan al pacto regional en materia de presupuestos. Salvado el primer escollo en Castilla-La Mancha, la enmienda a la totalidad, el acuerdo sería bueno para la región y daría rentabilidad a los dos grandes partidos de la región y a sus líderes, el presidente García-Page y al jefe de la oposición Francisco Núñez. Sería una decisión que fortalecería lo que nos une sobre lo que nos diferencia, algo que es sustancial en el momento actual y que centra el debate en la política española.
Es indiscutible que para la Comunidad, mejor el acuerdo, aunque este no haga falta por la mayoría absoluta con la que cuenta el PSOE en Castilla-La Mancha. Desde el punto de vista de imagen exterior presentaría a una Región unida, por encima de las diferencias ideológicas, capaz de conseguir algo que no se da en ningún sitio de España. También porque se abriría una puerta a la política de moderación frente a los populismos y al radicalismo.

Puede que el gobierno del presidente García-Page tenga que pagar cierto precio en ese acuerdo, como pasa siempre que hay discrepancias y se llega a consensos. El acuerdo reforzaría al jefe de la oposición, pero también rearmaría al secretario de los socialistas castellano-manchegos para los tiempos políticos que vendrán el año que viene y que estarán marcados por los procesos internos, en los que en el socialismo chocarán los partidarios de una socialdemocracia tradicional, fiel a sus últimos años de historia, los de la transición, moderada y coautora del gran desarrollo del país o los partidarios de la posición que marca el actual secretario general de los socialistas españoles y sus colaboradores que, como Adriana Lastra, patrimonializan el partido y que se sustenta en el tacticismo y en buscar un tiempo nuevo, con un diseño de una España plurinacional, republicana, partidaria de una mayor intervención de la economía y con un reajuste de los poderes del Estado, algo que, sea dicho de paso, no ha sido sometido a consideración a la militancia socialista en un congreso.

Hasta ahora la falta de mayorías y el tacticismo ha elevado el peso de la periferia en la política nacional. Tanto que se corre el riesgo de potenciar lo que nos diferencia en detrimento de lo que nos une. Es parte de lo que está en debate con la Ley de Educación o en torno a los acuerdos con Bildu. Esta misma semana lo ponía de manifiesto la diputada Ana Oramas a propósito de la crisis de la inmigración de Canarias y la ineficacia del gobierno central en la gestión: “¿Es necesario que para que nos hagan caso tengamos que crear un partido independentista?”. Además, ese poner en valor la diferencia abre una disputa entre territorios que no aporta nada en positivo. Una disputa que puede terminar por fragmentar los propios grupos nacionales.

Incluso se han generado disputas cruzadas en la medida en que el acuerdo con Bildu da alas en el País Vasco a un grupo político que no tenía capacidad de influencia en Madrid, una influencia que estaba reservada al PNV y al Partido Socialista de Euskadi (que, por cierto, siguen en el acuerdo y gobiernan en coalición en Vitoria) Desde ese punto de vista el acuerdo innecesario con Bildu, además de remover principios y valores esenciales de muchos socialistas y no socialistas, debilita al PSOE en el País Vasco y favorece el crecimiento de la izquierda abertzale. Un proceso que abre la puerta a que esa vía prenda en otras regiones españolas.
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