El estudio señala que, aunque el ritmo de crecimiento promedio de la productividad en España desde 1960 nos permitía duplicar su nivel cada generación, “en las tres últimas décadas el crecimiento del PIB por empleado apenas ha llegado al 1%”.
La brecha de España con las economías europeas más avanzadas en renta per cápita y bienestar, de unos 20 puntos porcentuales de promedio en las últimas cuatro décadas, se explica porque “utilizamos poco y mal nuestro capital humano, la principal riqueza de cualquier país. Poco, porque tenemos una baja participación laboral en algunos segmentos de la población y una elevada tasa de desempleo. Y mal, porque la producción por trabajador es inferior a la de la mayoría de nuestros vecinos, a pesar de que nuestra jornada laboral está entre las más elevadas, lo que indica que la productividad por hora trabajada es significativamente menor”.
Los economistas apuntan a la necesidad de aumentar el capital humano mediante la reducción del fracaso escolar, generalizar la educación de 0 a 3 años e impulsar la formación profesional y potenciar el sistema de aprendizaje continuo. En el campo regulatorio optan por derribar los obstáculos fiscales y normativos para la creación de empresas y facilitar la financiación de las start-ups y de las empresas más dinámicas con capacidad de expandirse y competir en la economía global.
La tercera línea a seguir sería la de mejora del capital productivo y la digitalización mediante inversiones en infraestructuras tecnológicas y la difusión de nuevas tecnologías a empresas que por su tamaño tienen más dificultades para afrontar la digitalización.
El estudio hace una mención expresa a los problemas específicos de nuestro mercado de trabajo “que reclaman reformas ambiciosas e integrales que acerquen nuestra regulación a la de los países de la UE, con tasas de desempleo 10 puntos inferiores a la de España en las últimas cuatro décadas, y con menor temporalidad. Es necesario reformar profundamente las políticas activas de empleo, en particular el sistema de formación y reciclaje de los desempleados. Hacer más atractivo el contrato indefinido requiere incrementar la seguridad jurídica de los despidos procedentes, reducir la asimetría de los costes de despido respecto al contrato temporal y aumentar la flexibilidad interna con la que afrontar los cambios económicos, técnicos, organizativos o de producción que exige una economía global y digitalizada”