El salario mínimo, el ingreso mínimo vital, la reforma laboral… Se los han comido la subida de la luz, de los alimentos, de la gasolina, de la hipoteca o del alquiler. Pueden rivalizar un sector del gobierno y el otro para apuntarse la paternidad de la subida del SMI, de la implantación del IMV o para reducir la temporalidad. Pueden pelearse como niños. Unas veces más enrabietados que otras. Pueden hablar de “los más vulnerables”, sin darse cuenta de que ahora los más se consideran vulnerables y ven que algunas medidas especiales de protección les deja fuera, a pesar de que sostienen al Estado con sus impuestos.
Luego está, lo de ir de fiasco en fiasco. Que si los fondos europeos que no se gestionan, que si el tope del gas para bajar la luz que no baja, que si veinte céntimos para bajar la gasolina que sube y sube.
Cuando la clase gobernante se dé cuenta de que cada vez más gente vota con el bolsillo y huye de la política entenderán lo de la desmovilización de los propios y la subida de los otros. El dirigente socialista Odón Elorza señalaba, en un artículo ayer mismo a propósito de la derrota socialista y de toda la izquierda en Andalucía, que “son malos tiempos para soñar”. Y dice más “Nos enfrentamos a un problema de credibilidad”.
Muchos ciudadanos hacen cábalas y esfuerzos para llegar a final de mes. Otros se comen los ahorros. Y ni unos ni otros están para clases magistrales de moralidad o ética interesadas. Una cuestión que reflejan muchos titulares de prensa que apuntan a que los que dan clases de esa moralidad progresista sucumben a los que ellos mismos consideran pecados de los conservadores. Los regeneradores caen en los viejos vicios de los que acusan a sus rivales. Los que iban a mejorar la economía de todos, son los que gestionan el empeoramiento. Por covid, por guerra o por…. Lo cierto es que cada vez que tocan una tecla para mejorar, terminan por desafinar.
Han perdido la realidad de la calle. Esa que refleja que hay lista de espera para la atención primaria. Algo que sabe bien la gran mayoría de los ciudadanos, porque ellos o los suyos tienen que ir al médico. Que es un calvario conseguir cita para una oficina de empleo o de la Seguridad Social y para otros organismos oficiales, que han generado una brecha digital en muchos casos canalizando buena parte de los trámites administrativos a través de internet.
Hablan de macroeconomía. Se empeñan en hablar de lo bien que va el empleo, de la fortaleza del crecimiento… Y se olvidan de la deuda, de que el Banco Central ha acudido al rescate… Y callan que la ayuda habrá que pagarla. Con los fondos europeos dijeron que no. Y en cambio han abordado una reforma de las pensiones, han preparado una reforma fiscal basada en la subida de impuestos. Los países europeos que dan dinero no lo hacen gratis.
Pueden engañarse. Mientras no se den cuenta de la realidad de la mayoría, seguirán perdiendo apoyos ciudadanos. Y eso es parte de lo que ha pasado en Andalucía, donde además los ciudadanos han comprobado que la derecha a la que se presentaba como el abismo ha gobernado durante cuatro años sin que se abrieran los infiernos. Curiosamente, los ciudadanos no han endosado a ese gobierno autonómico alguno de sus problemas. En todo caso se lo ha adjudicado al gobierno central: Por la situación general, porque lo que prima es el bolsillo o porque existe un exceso de presencia mediática que, por muy calculada y medida que sea, se vuelve en contra, porque hay muchos que no están para oír sonar las fanfarrias.
No se trata de movilizar, de explicar o de comunicar. El problema básico de los partidos gobernantes es el de equilibrar los bolsillos de los ciudadanos, porque cada vez son más los que se están quedando atrás. No hace falta una oposición estridente. Todo lo contrario. El gobierno escarba para abajo. No acierta y los ciudadanos lo notan en sus bolsillos.