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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el anuncio del adelanto electoral.
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el anuncio del adelanto electoral. (Foto: Pool Moncloa // Fernando Calvo)

Las claves de la batalla electoral nacional

jueves 21 de febrero de 2019, 22:05h
Es curioso. Los partidos no luchan por crecer. Ninguno trabaja para ganar. Sus estrategias se fundamentan en no perder, en tratar de contener los votos y las simpatías. Es un mal que afecta a todos. El PSOE no quiere perder a sus votantes en la abstención. El PP no quiere que se le vayan a Vox. En Ciudadanos no quieren que se les vayan al PP. En Podemos no quieren que se vayan a los animalistas de PACMA. Y Vox no quiere que se vayan por el miedo. Y es que lo que impera hoy en los partidos y en sus líderes es eso, el miedo, el pánico a perder.
La otra componente que está determinando los movimientos en el tablero electoral es el rechazo de los ciudadanos a los posibles pactos de los partidos con los que se sienten más identificados. Hay votantes socialistas que no quieren el pacto con Podemos y con los independentistas. Hay electores de centro que no quieren el pacto con Sánchez por su acuerdo con nacionalistas e independentistas. Los moderados de la derecha, ya simpaticen con Ciudadanos o con el PP, no quieren el pacto con los ultraconservadores de Vox. Hay electores de Podemos que no quiere un pacto a tres con PSOE y Ciudadanos. Y todo ese no querer mueve votos de aquí para allá, y dentro de la indecisión, los acerca a la abstención.

La tercera pata es las tensiones internas en los partidos a cuenta del poder presente o futuro, de las listas, y de las sensibilidades. Hay muchos líderes que se juegan su futuro el 28 de octubre. En este último escenario, Podemos se lleva la palma. La formación ha sido un rosario de tensiones regionales y nacionales con expedientados y expulsiones, las mareas se desmarcan, Compromís también… Podemos no suma ni para ellos mismos. Iglesias, con una imagen muy quemada, ha pasado a un segundo plano a favor de su compañera Irene Montero. Y tal vez por esas tensiones ha buscado el enemigo fuera y ha decidido hacerle la guerra a una nueva pieza que hasta ahora no había terminado de entrar en el tablero, aunque sí se venía asomando a él. Es el Partido Animalista (PACMA), que empieza a recoger parte del descontento por la izquierda y que en las andaluzas ya tuvo 75.000 votos. La batalla se dirime en las redes sociales.

Sánchez mete miedo al electorado con la extrema derecha y se “reconvierte” al centro. Los asesores de imagen mandan. Lo que sea por mantenerse. Sabe que se le cae el apoyo de Podemos y que es muy posible que necesite de otras formaciones más a su derecha para gobernar. Su credibilidad está en mínimos. La despilfarró al aferrarse al cargo y no convocar las elecciones prometidas en la moción de censura y con determinados gestos reprochados por la opinión pública. Los barones le están esperando y no hay que descartar que algunos no movilicen el partido al cien por cien en las generales y sí en las autonómicas, lo que les permitiría decir eso de “yo sumo y Sánchez resta”.

Esa caída de aceptación es la que lleva a Ciudadanos a asegurar que no pactará con Sánchez ni con el PSOE en las generales y que sí puede hacerlo con el PSOE y los barones en las regionales. Ciudadanos, que ya pactó con Sánchez en el primer asalto de este a La Moncloa, no quiere que se le identifique con el líder socialista, no vaya a ser que sus votos se vayan a la abstención o al PP. Se empiezan a hacer movimientos para la estabilidad tras Sánchez. En Ciudadanos están incómodos con la foto con Vox. Pero Ciudadanos nació en Cataluña. Su discurso es el de más España y más Europa. Su plana mayor y los familiares de estos sufren en Cataluña el día a día del acoso de los independentistas, que son los que pactan con Sánchez. ¿Qué esperaba el PSOE de Sánchez?

En el PP miran el experimento Casado. Algunas de las declaraciones del nuevo presidente han sido acotadas o contestadas públicamente por dirigentes territoriales o históricos del partido. Le consideran excesivo en algunas formas y lenguajes y en algunos temas, planteados mal y fuera de tiempo o de este tiempo más moderno. Tanto es así que el propio Casado ha terminado por reconocer algunos excesos y quiere virar hacia la moderación. De vez en cuando la gente mira a Galicia, de donde era su fundador, Manuel Fraga, su último presidente, Mariano Rajoy, y de donde es el líder territorial de mayor peso, Núñez Feijóo.

Los ultraconservadores de Vox, que se nutre de expopulares, ven que algunos de los votantes del PP que emigraron a Ciudadanos por el discurso españolista de los naranjas pueden terminar en la formación. No quieren que el miedo les espante.

Y en Cataluña el posibilismo de Esquerra devora al partido de derechas, roto y desnortado por la aventura separatista, entre la Crida, el PDeCAT y los partidarios de reconducir la situación hacia el entendimiento. En el País Vasco, los posibilistas del PNV esperan remontar en clave territorial el mal sabor de boca que ha dejado en parte de su electorado el apoyo a Sánchez.
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