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¿Continúa teniendo vigencia, en 2019, la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora?
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¿Continúa teniendo vigencia, en 2019, la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora?

viernes 08 de marzo de 2019, 10:25h

Mi respuesta a esta pregunta retórica es, rotundamente, sí a un día que se inició como recuerdo y reivindicación del papel de la mujer trabajadora, entendida ésta como la que trabaja por cuenta ajena, pero que hoy en día es indisoluble del papel genérico de la mujer en la sociedad que, a mi juicio, tiene la condición de trabajadora lo haga o no por cuenta ajena.

En una sociedad que tiende a trivializar casi todo, en la que ya resulta difícil encontrar un día en el año en el que no se conmemore algo, tendiendo así a banalizar aquellas conmemoraciones con un verdadero significado, la dedicación de un día al año, aunque resulte manifiestamente insuficiente, para recordarnos a todos las diferencias que aún subsisten entre hombres y mujeres en perjuicio de éstas, considero que se hace no sólo necesario, sino imprescindible para que, al menos ese día, se alce la voz unánime de todos aquellos que consideramos que la igualdad entre hombres y mujeres no sólo no es una amenaza para aquellos, sino una forma de liberación para ambos sexos, que beneficiará a todos y nos hará más y mejores personas y también más libres.

En diferentes medios de comunicación he leído que algún partido político está en desacuerdo con esta conmemoración porque, según dicen, el papel de la mujer hay que valorarlo todos los días del año. Me podría servir esta manifestación si no tuviera claro que tras ella se esconde una pretendida elevación de la mujer a los altares, entendida ésta como el regreso a sus papeles tradicionales de esposa y madre, que nos retrotrae a tiempos en los que la mujer para poder hacer casi cualquier cosa necesitaba el permiso de su padre o su marido. Tiempos, gracias a Dios, más que superados y que sólo son válidos para nostálgicos de un régimen patriarcal y también dictatorial, tanto en lo personal como en lo político.

Esas diferencias se manifiestan en el plano laboral como demuestran los datos; en la discriminación por razón de sexo, que aún se percibe en demasiadas ocasiones y actitudes; en el sometimiento injusto e injustificado que aún sufre un porcentaje, siempre excesivo, de mujeres que se termina traduciendo en maltrato e incluso en la muerte, a manos de hombres que continúan creyendo que la mujer es una propiedad más, sobre la que pueden tener algún tipo de derecho.

Aun cuando se trate de un status especial, puesto que es una de las grandes y más reconocidas deportistas mundiales, y su mensaje está referido a la brecha salarial en el deporte, merece la pena escuchar la voz de la tenista Serena Williams, alzarse durante la última entrega de los Oscar, y en el contexto de un spot publicitario diciendo:

“Si mostramos emoción, nos llaman dramáticas. Si queremos jugar contra hombres, estamos locas. Y si soñamos con la igualdad de oportunidades, estamos delirando….” “Si quieren llamarme loca, adelante. Enseñémosles lo que podemos hacer las locas”.

Pero pese a alegatos como éste, la realidad es que, en el deporte, y según el Foro Económico Mundial de Davos, serán necesarios más de 100 años para alcanzar la igualdad retributiva en este ámbito.

En nuestro país, en nuestra realidad cotidiana ¿que ocurre mientras tanto?. Los datos no apuntan nada bueno y son muy poco esperanzadores en este terreno. Ocupamos el lugar 129, en paridad salarial, de los 149 países analizados. Pese a la primera Ley para la igualdad efectiva promulgada en 2007, la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha incrementado en la última década.

Según la encuesta de Estructura Salarial correspondiente a 2016, última publicada por el INE, las mujeres cobraban un 22,35% menos que los hombres, casi medio punto más que en 2008, que fijó el mínimo de la última década; el año 201, con una brecha del 24%, representó el punto más alto de brecha salarial, y pese a que en los siguientes tres años ha ido descendiendo continúa lejos de alcanzar un nuevo mínimo. En la actualidad se calcula que la diferencia está aproximadamente en 5.800 € menos al año, por lo que necesitan trabajar una década más para obtener el mismo salario.

Los problemas para las mujeres en materia laboral no terminan aquí, según la última Encuesta de Población Activa publicada, correspondiente al último trimestre de 2018 el número de mujeres desempleadas supera en 156.100 al de los hombres, es decir, un 16,26% frente al 12, 87% de los hombres y esto con una tasa de actividad inferior en las mujeres del 11,37%.

En nuestra región, los datos globales cifran el total de empleados en 830.100 con un paro total de 160.000, lo que representa una tasa de actividad del 59,06%, y un desempleo total del 16,16%. Estos datos globales traducidos al tema que nos ocupa representa que de los 160.000 parados totales, 65.800 son hombres frente a 94.200 mujeres y que la tasa de actividad masculina se sitúa en el 65,92% de los hombres frente al 52,18% de las mujeres los que arroja unas porcentajes de paro del 11.89% para los hombres, frente al 21,56% de las mujeres.

En nuestra provincia, estas cifras se matizan arrojando unos resultados más paritarios con un total de 16.600 parados, de los que 7.800 son hombres y 8.800 mujeres, lo que da unos porcentajes en la tasa de actividad del 72.22% para los hombres y del 63,33% entre las mujeres, y los porcentajes de parados son, del 10,14% de los hombres y del 13,52% de las mujeres, lo que pese a mejorar sensiblemente las cifras globales, tanto regionales como nacionales, tan sólo representa una gota en el océano.

Las cifras pueden resultar muy áridas, pero son imprescindibles para hacer visible una realidad que continúa discriminando a la mujer en un plano tan esencial como lo es el del derecho a tener independencia económica, y que sea equiparable con la del hombre, y todo ello sin entrar en el terreno de la precariedad laboral que merecería un capítulo en si mismo.

No obstante no puedo dejar de hacer mención al efecto que esta precariedad laboral, que viene de lejos, tiene sobre la media de las pensiones que cobran las mujeres frente a las de los hombres, representando en nuestro país, con datos de 2016, una brecha del 34%, es decir, un tercio menos que los hombres.

Respecto a la discriminación por razones de sexo es mucho más complejo el manejo de datos ya que esta permanece oculta en numerosas ocasiones, y en otras muchas, el miedo o la vergüenza contribuye a su ocultación. No obstante, en los últimos tiempos numerosas mujeres de fama y prestigio, del cine, la televisión, otras formas de creatividad o vinculadas al mundo de la política en todo el mundo se han atrevido a poner en evidencia a hombres poderosos en sus ámbitos por los que se han visto discriminadas. A la vista de todo esto, que no ocurrirá en nuestra realidad cotidiana.

Por último, he dejado para el final, por considerarlo la vulneración más grave de nuestros derechos como personas, el tratamiento de la violencia de género.

Aunque en 2018 ha bajado a 47 el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas, frente a las 51 de 2017, y las 975 de los últimos 15 años, no sólo considero que es una cifra inasumible, al igual que lo sería el de una sola mujer asesinada por el hecho de serlo, pero me parece escalofriante que hasta el 30 de noviembre se hayan registrado en el programa Viogen 525.830 casos de violencia de género, de los cuales 57.096 continúan activos, 16 de ellos de riesgo extremo, 183 de riesgo alto y 5.478 de riesgo medio.

Considero intolerable esta lacra en una sociedad que se dice moderna y civilizada, siendo consciente de que el problema no afecta solamente a nuestro país y que tiene una dimensión universal, y todo ello sin entrar a considerar el problema de las agresiones sexuales, que representan la mayor violación de la intimidad que un ser humano puede sufrir.

Entiendo que todos estos datos y consideraciones planteados aportan los suficientes elementos para la reflexión no sólo para el día 8 de marzo, sino para que lo hagamos a lo largo de todo el año y que entre todos aportemos nuestro grano de arena para alcanzar cotas de respeto, comprensión, libertad e igualdad que nos ayuden a todos, hombres y mujeres a ser más iguales y por tanto más libres.

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