Los autores destacan que existe una elevada incertidumbre sobre la intensidad y duración del brote que tiene que ver con la efectividad de las medidas de confinamiento de la población, el tiempo necesario para desarrollar y distribuir una vacuna y el peligro de que se produzca un rebrote el próximo otoño. A los factores médicos hay que sumar la incertidumbre existente sobre el impacto de la crisis sobre la actividad económica, que dependerá en parte del acierto y eficaz implementación de las medidas que se tomen para mitigar sus efectos, tanto a nivel nacional como europeo.
Para una primera estimación de urgencia se parte de un escenario base relativamente optimista pero que intenta ser consistente con el previsible patrón de evolución de los contagios. Ajustando una función logística a la serie diaria del stock de infectados y utilizando un sencillo modelo matemático de la evolución de una epidemia al que se incorporan ciertas hipótesis sobre la efectividad de la política de confinamiento, los autores consideran posible que el stock de infectados no curados alcance su máximo en una fecha que permita mantener la previsión actual para el fin del confinamiento. Una vez alcanzada esta fecha, se supone que las perturbaciones ligadas a la crisis sanitaria irán desapareciendo siguiendo un patrón lineal que converge a cero a finales del segundo trimestre del año, de forma que el tercero comenzaría ya en una situación de relativa normalidad.
Los efectos de la crisis sanitaria sobre la economía durante las cuatro semanas previstas de confinamiento se incorporan al modelo a través de una serie de perturbaciones. El principal de estos shocks afecta a la utilización de los factores productivos (aunque por el momento se modeliza como un descenso de la productividad total de los factores). A esta perturbación se añaden otras cuatro que afectan a la demanda externa (como resultado de los efectos de la crisis sobre nuestros socios comerciales), a la morosidad bancaria y a la confianza de los consumidores, que reduce a su vez la demanda de bienes de consumo y de vivienda. El tamaño del shock sobre el grado de utilización de los factores se calibra tomando como referencia el descenso del consumo diario de electricidad desde el inicio del confinamiento, que los autores sitúan como mínimo en el 14%, mientras que los shocks de consumo se aproximan teniendo en cuenta el peso de los bienes y servicios más afectados por el cierre del grueso del comercio minorista y la hostelería y el de morosidad a partir de la relación observada en el pasado entre el componente cíclico del PIB, el desempleo y las tasas de mora.
Bajo estas hipótesis, y suponiendo que no se adoptan medidas económicas para mitigar los efectos de la crisis, los autores estiman un efecto negativo de casi 5 puntos de PIB en el primer trimestre, de 13,5 puntos en el segundo, que es cuando se concentran la mayor parte de los efectos adversos, y de unos 2 puntos durante el resto del año. En términos anuales, el efecto medio esperado sería una caída de 5,7 puntos del PIB Todas estas cifras miden desviaciones sobre el escenario previsto en ausencia de la epidemia, en el que se preveía un crecimiento de 1,6 puntos. Por tanto, la predicción del modelo para el escenario base sería una caída del PIB de algo más de 4 puntos en el conjunto del año 2020 en ausencia de medidas paliativas.
En el trabajo se examina la sensibilidad de los resultados a cambios en distintos supuestos, incluyendo un aumento en la duración del confinamiento, un efecto más persistente sobre la confianza de los consumidores y un shock de utilización más fuerte, que sería aproximadamente consistente con la experiencia china. Este último escenario sería el más adverso y prácticamente duplicaría los efectos esperados del shock, mientas que la prolongación de la crisis de confianza ralentizaría la recuperación.
Finalmente, se analizan los efectos de la suspensión de las reglas fiscales europeas que obligan a reducir el déficit presupuestario y de algunas de las medidas paliativas anunciadas por el Gobierno español. La relajación de la disciplina fiscal, las ayudas a trabajadores afectados, el incremento del gasto sanitario y las exenciones y aplazamientos de impuestos y cotizaciones ayudarán a mitigar el descenso del PIB y especialmente del consumo al coste de un apreciable incremento del déficit público. Los avales públicos para facilitar la llegada de crédito a las empresas, por su parte, contribuirían a una recuperación más rápida tras el final del período de confinamiento. También es muy importante la decisión del BCE de reforzar su programa de compra de activos para evitar subidas de la prima de riesgo de los países con menor margen fiscal.
El efecto conjunto de las medidas consideradas en el trabajo es muy considerable. A cambio de un coste elevado en términos de aumento del déficit público (de unos 3,5 pp del PIB con respecto al escenario sin pandemia) la caída del consumo privado en 2020 se reduce en algo menos de la mitad respecto al escenario sin medidas, la caída anual de la inversión se detiene (por la fuerte recuperación a partir del tercer trimestre), y se reduce a menos de la mitad la disminución del PIB en el segundo trimestre, facilitando el rebote de la economía en la segunda mitad del año y la recuperación en V de la producción. De acuerdo con las simulaciones realizadas, la caída del PIB en 2020 que en el escenario base es del 4,1% pasaría a ser del 0,6%. En un escenario alternativo, menos optimista pero igualmente verosímil, la reducción del PIB de 2020 sería del 7,9% sin medidas paliativas y del 4,5% con ellas.