La deriva de Pedro Sánchez ha puesto al socialismo español en una situación controvertida como no se recuerda en las últimas décadas. La cosa viene de largo, de octubre de 2016, cuando el poder territorial del socialismo español decidió corregir la deriva de Pedro Sánchez como secretario general hacia alianzas con la ultraizquierda y con el independentismo. Sánchez dimitió, pero dio la batalla y regresó a la secretaría general y con una moción de censura puso en funcionamiento esa nueva andadura del socialismo. Y aunque se comprometió a no avanzar por ese camino, la necesidad de mantener el poder le hizo corregirse.
Su posicionamiento sigue levantando ampollas en el socialismo territorial. La diferencia es que ahora Sánchez no sólo es secretario general del partido, también es presidente del gobierno. Este año, deberá someter su mandato a refrendo de las urnas. Si el resultado le permite gobernar, la respuesta es clara: A Sánchez le sucederá Sánchez. Pero, si el resultado no se lo permite, se abre la sucesión.
Y para esa sucesión son clave los resultados de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. Barones como García-Page, Lambán o el asturiano Adrián Barbón son claves en esa sucesión. Hasta hace unas semanas, también lo era Ximo Puig. Pero la operación Azud, que ha destapado una supuesta financiación ilegal del PSOE de la Comunidad Valenciana, merma la influencia y también las posibles pretensiones del presidente de la Generalidad.
Si Sánchez no logra la reelección, la cuestión en el PSOE no sólo es de personas, sino de posicionamiento del partido y de desandar algunas veredas en las que Sánchez ha metido al PSOE y que han contado con el rechazo expreso y público de algunos socialistas históricos y también de algunos dirigentes territoriales, como el secretario general de los socialistas castellano-manchegos, García-Page.
En clave externa, García-Page aparece en primera línea para esa sucesión. Esa posibilidad se reforzaría si García-Page sí logra revalidar su mayoría absoluta. Más difícil lo tendría si no gana. Pero si se produce una caída de todos, habrá catarsis en el PSOE. El socialismo volverá a la senda socialdemócrata europea y abandonará esa forma de hacer política del presidente Sánchez, basada en un que las decisiones se toman en el centro de marketing que funciona en La Moncloa, caracterizado por el oportunismo y en el que la ideología, el programa y las raíces han pasado a ser simplemente comparsa. De ahí los fallos, las contradicciones, los errores, las correcciones de un momento para otro, el desdecirse, la falta de coherencia, la improvisación, el reventón de las costuras que definen la acción del gobierno. Unas acciones que se han olvidado de la esencia política para sustentarse en los volubles estados de opinión de la ciudadanía.
Y si después de Sánchez, no es Sánchez, el PSOE no sólo deberá buscar líder, sino establecer una vuelta a sus esencias de la socialdemocracia moderna.
Si (
No(
