El informe señala que, tras la fuerte desaceleración experimentada en Castilla-La Mancha a finales de 2023, la economía habría repuntado a inicios de 2024, espoleada por el impulso del sector público, comercio, manufacturas, actividades profesionales y la progresiva normalización de la situación climatológica.
De esta forma, estima que el crecimiento del PIB de la región el pasado ejercicio (2024) podría haber alcanzado el 3,4%, dos décimas por encima de la media nacional, mientras que este año 2025 alcanzará el 2,8%, para caer en 2026 al 1,6%, a consecuencia de la caída de la demanda exterior y la volatilidad e incertidumbre de los mercados financieros.
En este sentido, señala que la fortaleza de la demanda regional se sustenta en el apoyo del gasto por parte de extranjeros, en un contexto de incremento en el protagonismo de la demanda interna. La recuperación de la actividad agraria, por su parte, impulsa las exportaciones de bienes, pero también lo hacen las materias primas, el automóvil y las manufacturas de consumo con un efecto arrastre positivo sobre la producción industrial, que supera los niveles de 2019.
El crecimiento continuará apoyado en parte en el turismo, gracias al elevado aumento de la productividad que ha tenido lugar en los servicios y a la capacidad de crear empleo. Además, la reversión de los efectos de la sequía beneficiará a la actividad agraria y a las exportaciones. Se espera que la inflación se acerque al 2%, gracias a la caída en el precio del combustible, lo que permitirá que los salarios vayan recuperando poder adquisitivo y que la reducción de los tipos de interés continúe, impulsando el consumo y la inversión.
No obstante, las perspectivas económicas de la región están condicionadas por un entorno especialmente incierto y dependiente del contexto global. Con todo, a finales de 2026 el PIB regional podría superar en 11,4 puntos el nivel de 2019 medido en términos reales.
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