En la calle, un cordón de antidisturbios impedía que los agricultores pudieran acceder al Parlamento. La tensión crecía al correrse la voz de que uno de los manifestantes era trasladado al hospital sangrando por la cabeza. En uno de los forcejeos con la policía se había caído al suelo, golpeándose en la cabeza y fue atendido en las mismas Cortes regionales.
El agricultor se dirige al consejero y le insiste, “Escúcheles. Es su pan”. Martínez Arroyo le dice que escucha a todo el mundo y le invita a que sea él el que escuche el debate que se va a celebrar esa misma mañana en el salón de plenos: “Escuche, escuche y oiga las propuestas que van a hacer los grupos parlamentarios”. “Si yo escucho, -responde el agricultor- ya le escuché a usted en el debate anterior, cuando dijo que no iba a declarar la plaga. Aquí no se hace nada. Hace unos días vinieron a Villacañas para ver lo que estaba pasando, pero no se toma ninguna medida, no toman ninguna medida y la plaga está acabando con los cultivos”. El consejero zanja la conversación diciendo que tiene que seguir trabajando. Los agricultores se dan media vuelta y dejan al consejero que siga a lo suyo, con su equipo.
El consejero había tomado dos mesas de la cafetería como despacho de trabajo y con miembros de su equipo trataban de articular una respuesta periodística con la que salir del paso. Hablan de sentencias de Madrid. Que si afectan a Fomento, que si el responsable de comunicación de Presidencia pide la sentencia… “Dile que no la tenemos”. Mientras el gobierno prepara la salida airosa en medios de comunicación, los agricultores en la calle siguen reclamando que se les oiga y que se tomen medida contra la superpoblación de conejos que está acabando con los cultivos.
Martínez Arroyo no muestra el menor atisbo de reunirse con una delegación de los manifestantes. Hablan de alguna respuesta para calmar los ánimos y sopesan si se autoriza la caza y a quién.