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El Ayuntamiento abre un museo en Seseña con piezas que reflejan la vida cotidiana de hace un siglo
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El Ayuntamiento abre un museo en Seseña con piezas que reflejan la vida cotidiana de hace un siglo

miércoles 18 de abril de 2018, 11:08h
Dice Juana Guzmán -74 años- que “Seseña ha cambiado muchísimo y para bien” y para que no se olvide lo que era la vida antes y ahora, ha prestado su colección de utensilios cotidianos que ha ido recopilando a lo largo del tiempo al Museo Municipal.

El museo, que ha puesto en marcha el Ayuntamiento recientemente, alberga también las miniaturas de máquinas y utensilios que ha prestado sin ningún interés económico Secundino Rodríguez, un jubilado que se asentó en Seseña en 2003. Son reproducciones fieles a las originales, con las mismas funciones, articulaciones y ajustes que las de verdad. Entre ellas, está orgulloso de una sembradora de cereal que ara, siembra el grano (en este caso alpiste) y tapa la semilla.

El museo se ubica en la antigua Casa del Maestro, en la Bajada del Salvador, que el Ayuntamiento de Seseña ha remodelado para este fin. La exposición se divide en dos partes. Una de ellas, reproduce una casa de la localidad en la primera mitad del siglo XX, en la que pueden observarse muebles, utensilios de labranza y de la vida cotidiana habituales en esa época. Todo el mobiliario y los enseres pertenecen a Juana Guzmán, que los ha recopilado y conservado durante décadas.

El museo se completa con una colección de miniaturas creadas personalmente por Secundino Rodríguez, que reproducen fielmente herramientas, maquinaria y objetos de artesanía.

Juana recibe a los escolares de 6º de primaria que se sorprenden de sus explicaciones: “Se quedan de piedra. Les explico cómo antes nos bañábamos en un barreño o había un orinal en las mesillas de noche, cómo cosíamos a la luz del candil y utilizábamos un calentador con brasas para dar calor a la cama. Me preguntan si es para hacer palomitas. Y dicen que eso que les cuento es imposible”. Incluso, de época más reciente, guarda uno de los primeros móviles, “de esos que eran un ladrillo y los chicos creen que es una emisora”.

Tiene los platos de hierro, de antaño, las camas de hierro con colchones de lana “para los que tenían dinero -dice- que los pobres dormíamos sobre una panocha”. Era los tiempos “en los que se araba con mula. Seseña era un pueblo muy rústico”, en los que los niños dejaban el colegio para atender en la casa o ganar un jornal: “Yo apenas si fui al colegio. Empecé a los siete años. Y de nueve salí porque tuve una hermana pequeña a la que había que cuidar. Iba a la fuente a por el agua y al lavadero a limpiar la ropa. Cuando de pequeña me puse a servir, me tenían que poner un banco para poder lavar porque no alcanzaba la pila. La vida ha cambiado mucho y a mejor. Hay casas muy buenas, que yo viví en cueva porque tras la guerra no quedó un edificio en pie. Se ha puesto muy moderno. Ya no hay lavadero”. Hace un alto en la conversación y añora algo de lo que se ha perdido: “Ahora tampoco hay cines, que había dos de verano y dos de invierno, ni baile.”

Secundino, de 72 años, llegó a Seseña en 2003 cuando se jubiló en la fábrica de Renault de Valladolid. Y en ese tiempo ha recuperado para la historia las miniaturas a escala 1:10 de lo que fueron el lavadero del municipio -ese al que iba Juana a limpiar la ropa- o la ermita del Cristo que “hoy está en el Hogar del Jubilado”. Un trabajo que le costó tiempo de investigación.

Dice que “el lavadero era muy bonito, con una fuente y un primer estanque al que luego adosaron otro. La ermita no tenía techo, porque habían empleado las vigas de madera para darse calor durante los años de la guerra. Los chicos se dedicaban a colar piedras hasta que la llenaron. Me picó la curiosidad. Busqué en la biblioteca donde encontré un libro con todas las iglesias y ermitas de la diócesis. En él encontré la referencia a la del Cristo de Seseña, de la que sólo reproducía la planta, con todas las medidas. Luego vi una o dos fotos del archivo de Pepe Cholela en la que se veía a gente arando con la ermita de fondo, lo que me dio las proporciones para la alzada. Un vecino de 86 años me dijo cómo era por dentro, que tenía un púlpito y donde estaba y una balconada a modo de coro y un recinto adosado como vivienda con tres habitaciones para el ermitaño. Quedó muy guapa”.

Secundino, recuerda que en su infancia y juventud la vida era dura y aunque le gustaba el campo, trillar, segar, aventar “que se hacía como 2.000 años antes, cuando me hice mozo estudié formación profesional. Luego hice mi vida laboral y trabajé en un taller de matricería de la Renault en Valladolid. Allí había un compañero al que le dio por hacer herramientas de mano (azadones, rastrillos) de unos 10 centímetros. Y me aficioné. Un verano, César, un vecino mío en el pueblo, me enseñó un carro muy bonito pero todo era falso. Le pedí que me lo dejara y a partir de ese hice una reproducción con sus engranajes y ajustes, fiel a cómo había sido el original”.

Y ahí empezó el asunto. Cuando llegó a Seseña y tras los dos primeros años donde se asentó en el pueblo, empezó a hacer reproducciones a escalas y a ponerlas en una página web. “La gente me pedía que le hiciera cosas y las hacía y me quedaba con una para mí”. Tenía 85 piezas que ha terminado por ceder al museo para que puedan ser apreciadas por los vecinos.

“Hice un Molino de Madridejos. Lo preparé para que se desmontara y se pudiera ver cómo eran los tres pisos por dentro, las cosas que había y cómo funcionaba”. Para el sistema de rodamientos empleó un engranaje de linternas: “Lo saqué del artificio de Juanelo Turriano que llevaba agua desde el Tajo al Alcázar. Ese tipo de engranaje estuvo en funcionamiento hasta la revolución industrial”.

Entre las piezas recuerda dos aventadoras Ajuria, “las mercedes del campo, que se hacían en el País Vasco, en Ajurienea, la actual sede de la presidencia del gobierno de Euskadi. Me puse en contacto para ver si podía dar con la familia por si tenían las máquinas primitivas”.

Desde el pasado 4 de abril, los escolares de Seseña visitan la muestra dentro del programa intergeneracional, con el fin de aprender cómo era la vida en los municipios de Castilla-La Mancha.

El museo abre sus puertas los sábados en horario de 11:00 a 13:00 horas por la mañana y de 18.00 a 20:00 horas por la tarde.

A partir del mes de mayo, también podrán concertarse visitas de grupo, con reserva previa, a través del Ayuntamiento.

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