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García-Page quiere presentarse como el presidente de todos tras 40 meses alentando la confrontación
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(Foto: Álvaro Ruiz // JCCM)

García-Page quiere presentarse como el presidente de todos tras 40 meses alentando la confrontación

jueves 01 de noviembre de 2018, 20:15h
El presidente García-Page ha perdido 40 meses de mandato en ser el presidente de unos pocos y en tratar de colmar sus legítimas aspiraciones en política nacional. Y son los acontecimientos de esa política nacional los que, por dos veces, le han obligado a cambiar el paso. La primera fue el año pasado, cuando tras la victoria interna de Pedro Sánchez se replanteó su futuro. Hizo por seguir, en contra de lo que había comprometido, y buscó la alianza con la extrema izquierda. La segunda es ahora, con Pedro Sánchez en La Moncloa y con la política de proximidad con los independentistas, que llevan a García-Page a ningunear a Podemos y buscar posiciones más templadas, como quedó patente en el debate sobre el estado de la región.
Las encuestas dicen que Ciudadanos rivaliza por más de 20 puntos con el PSOE de Castilla-La Mancha. Tanto es así, que desde el PSOE se ha puesto en marcha una operación para tratar de influir en la conformación de listas de Ciudadanos para tratar de garantizarse el apoyo de la formación naranja en caso de que sea necesario tras las elecciones del 26 de mayo. La operación viene de arriba, de muy arriba, de los que son y de los que fueron.

Quiso García-Page ponerse el traje de presidente de todos a falta de sólo seis meses para terminar su mandato. Y lo hizo ofreciendo recibir al líder del PP, Francisco Núñez, y poniendo sobre la mesa la posibilidad de llegar a acuerdos en cuatro temas: agua, desarrollo económico y empleo, política medioambiental y financiación autonómica y desarrollo de las competencias autonómicas. La jugada es buena, pero llega demasiado tarde y en un clima poco propicio. Tanto García-Page como su grupo político ha dedicado 40 meses a la confrontación y a zaherir al PP y a sus dirigentes, en una política calculada de supremacía política e ideológica. Una actitud que en otros niveles sociales, con otros estamentos e instituciones, era de todo o nada, de conmigo o contra mí, de declaraciones gruesas, de perseguir al discrepante.

Ahora, García-Page quiere vestirse de seda. Si el PP rechaza la oferta del encuentro y de hablar, García-Page saldría ganando. Si, por el contrario, la acepta, también obtendría beneficio al situarse como el presidente de todos, dialogante y tolerante. Pero al tiempo que verbalizaba la jugada desde la tribuna de las Cortes, le podían todavía los 40 meses de disparar al adversario, al que trataba de seguir hiriendo y dando algo más que collejas, sin darse cuenta que esa actitud no casaba con la otra.

Además dudaba de la voluntad del PP cuando había suscrito acuerdos unánimes con el PSOE en temas concretos en esta legislatura, como en el caso de la nueva ley contra la violencia de género. “Ustedes, al menos algunos de ustedes, acordaban con la boca chica”. Con sus palabras, daba la impresión que al tiempo que ofrecía acuerdos a futuro sobre esas cuatro cuestiones, avisaba que en cualquier caso los iba a volver contra el PP. Dejaba de ser el presidente de todos y volvía a salir Míster Hyde a escena, esa personalidad que ha predominado en los 40 meses de legislatura.

Lo de los acuerdos es una estrategia de consumo interno y externo. El presidente, Míster Hyde, ha empleado las cuatro cuestiones sobre la mesa como elemento de confrontación con el PP regional y nacional durante estos 40 meses. Pero ahora en La Moncloa no está Rajoy, está Pedro Sánchez y a García-Page le interesa que las reivindicaciones no sean en clave de partido (el territorial contra el nacional). Quiere que la confrontación se produzca entre administraciones, la regional frente a la nacional. Y para ello necesita acuerdos para decir, como presidente de Castilla-la Mancha tengo a toda la región detrás en estas cuestiones…

El candidato del PP, Francisco Núñez, se puso en el papel de presidenciable, y si bien se mantenía muy crítico con su adversario, al que reprochaba haber generado unas expectativas que no ha cumplido, y haber generado frustración, desilusión y desengaño, aceptaba hablar, reunirse y hablar.

Era la tarde del día 30. En la mañana del 31 el gobierno daba ya pruebas de cuál era esa voluntad de diálogo. De las 7 propuestas de resolución presentadas por el Partido Popular sobre temas concretos de la política regional no aprobaba ninguna.

Ese escenario presentaba una voluntad de diálogo del gobierno del presidente más retórica que efectiva y que real. Así terminaba el último debate del estado de la región, con míster Hyde siguiendo imponiéndose al doctor Jekyll.

Tampoco logró el presidente García-Page sacar adelante las propuestas de su grupo. Podemos le hizo pagar su ninguneo y marcó distancias. Podemos se abstuvo en la votación y el PSOE no contó con la mayoría suficiente para llevarlas adelante. Los socios de gobierno, con los que se sienta y dialogan todo los días marcaban distancia con el presidente. Y el PSOE, incluido el presidente tampoco apoyaba ninguna de las propuestas de Podemos.

Si el presidente quiere construir puentes y ganarse el trato de presidente de todos debería abandonar en hechos y dichos esa actitud de hooligan ideológico y de supremacía, no sólo con sus adversarios políticos, también con los sectores y grupos sociales que discrepan de su política de confrontación e incluso de la capacidad de gestión de algunos miembros de su gobierno. Porque el gobierno da el poder, pero no da estar en posesión de la verdad absoluta. La administración de ese poder en una idea de que así se conserva y se aumenta ha sido de confrontación… Y así no se es el presidente de todos o de la inmensa mayoría. Y, lo que es peor, le deja un escenario muy complejo a su sucesor, que tanto si pierde como si gana (por lo de la limitación de mandatos) deberá empezar a construir un entramado de relaciones sobre la política de tierra quemada que han caracterizado los últimos 40 meses.

Orlena de Miguel, la portavoz de Ciudadanos, que no tiene representación en las Cortes regionales, acudió a la segunda jornada del debate. En un momento se cruzó con el vicepresidente del gobierno, Martínez Guijarro, que ni le dirigió un “buenos días” de cortesía. Tal vez porque en ese momento estaba con el otro vicepresidente del gobierno, el secretario regional de Podemos, José García Molina y prefirió seguir manteniendo encendida la vela a la izquierda.
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