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TODOS GANARON EL DEBATE A CUATRO
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TODOS GANARON EL DEBATE A CUATRO

martes 14 de junio de 2016, 12:43h

Los cuatro líderes, Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera ganaron el debate al conseguir buena parte de los objetivos que se habían trazado. Por más que parezca una contradicción, en un debate electoral puede haber tantos ganadores como participantes, basta con alcanzar la mayoría de las metas trazadas y, como dice el manual “salir vivo”: fijar al electorado propio, conseguir un porcentaje de los indecisos, recuperar parte del electorado que se ha ido a otra formación, captar el voto femenino, el de los pequeños empresarios y autónomos, el de los jóvenes, el de los parados, el de los pensionistas, el de los independentistas… el de los grandes colectivos… Presentarse como moderado, como estadista, como un gestor solvente, como conocedor de lo cotidiano y contraponer la imagen contraria a los rivales.

Son todo estrategias y técnicas de marketing político que no se dejan al azar. De lo que se trata es de persuadir a la mayor parte del público, pero especialmente a aquel al que te estás dirigiendo.

Así las cosas ¿a quién se dirigió Rajoy? El líder del PP encaminó sus mensajes al electorado más conservador, entendiendo como tal al menos dado a los cambios. Y proyectó una imagen de experiencia y resultados frente a los “aprendices”. De la España en quiebra a la España que funciona en la que todavía quedan muchas cosas por resolver y todo pasa por el empleo, su gran baza. Tratando de captar a los que han dejado una situación personal mala o muy mala.

Pedro Sánchez centró su objetivo en los militantes y simpatizantes socialistas que dudan entre acudir a votar o hacerlo a Podemos. Fundamentalmente se dirigió a un público femenino. Trató dar imagen de responsabilidad y de solvencia. Y marcó su diferencia con Podemos. “Nos preocupan las personas y no controlar a los espías”. “Si no hubo acuerdo es `porque Podemos prefirió la autodeterminación de Cataluña, Galicia y País Vasco antes que rescatar a las personas”. Y dirigió un mensaje a los que fueran o son sus graneros de votos. También se presentó como la alternativa a Rajoy “que está hoy aquí gracias a Podemos”, que no votó el cambio en la investidura

Pablo Iglesias se presentó como el verdadero representante del cambio y trató de vender la imagen de un partido moderado, alejado de la radicalidad, al que no hay que tener miedo. En esa línea suavizó el lenguaje de la crítica al PP y se dirigió al electorado de centro y centro-izquierda, con un tono sosegado. Puso en valor la experiencia de gobierno municipal de su formación en las principales ciudades del país. Preguntó en varias ocasiones a Pedro Sánchez por qué no se quiere entender con él

Rivera fue el que más claro definió sus públicos objetivos: los autónomos y pequeños empresarios, el electorado hispano, al electorado de centro y centro derecha y los votantes del PP desilusionados por la corrupción política.

Analizado uno a uno, todos consiguieron colocar sus mensajes para su público. En conjunto, se rompió la polarización que PP y Podemos tienen como estrategia de cara al 26-J. Esa ruptura en perjuicio fundamentalmente de Podemos, que tuvo que dedicar buena parte de su intervención a polemizar con Rivera, que le arrinconó en el cuadrilátero, y a hacerse la víctima ante Iglesias. Rivera ´rompió la polarización e hizo la labor de desgaste de Iglesias. Algo a lo que se sumó Pedro Sánchez. Esa dinámica no perjudicaba a Rajoy, que veía la división del voto adversario. Tampoco a Sánchez, porque el desgaste a Iglesias lo hacía otro. No es menos cierto que Rivera le dijo a Podemos con contundencia lo que un determinado segmento de electores del PP estaban deseando oír. Pero el equipo de Iglesias trató de trasladar fuera del plató la percepción de que su líder había triunfado en el debate.

Dice el manual básico de comunicación política que no se trata de ganar el debate, sino de generar la opinión de que se ha ganado el debate. Por ello existe toda una estrategia de las formaciones políticas sin distinción para tratar de conseguir ser la imagen de la victoria. Así, según se celebra el debate, incluso antes de terminar, los partidos se mueven ya en las redes sociales y en los canales tradicionales de comunicación para trasladar a la opinión pública que sus líderes han ganado el debate. Los medios de comunicación analizan los contenidos, los lenguajes orales y corporales para tratar de determinar también quién obtuvo la victoria. Todos los partidos dicen que sus líderes han ganado. Todos dicen estar satisfechos. Es lo básico, nadie quiere aparecer como perdedor.

Y, En las redes sociales la ventaja fue para Pablo Iglesias. Su formación tiene un excelente equipo de análisis y comunicación y el mejor equipo de agitación de las redes sociales. Pero las redes tienen su segmento de público y la inmediatez cambia a cada instante. En el análisis de los mensajes en redes sociales, se ve cómo la formación morada acusó los golpes del líder del partido naranja. La mayor parte de los comentario de los seguidores de Podemos no es tanto para poner en valor a Iglesias, sino para denostar a Rivera. Como en el boxeo, en un debate, el aspirante o noquea o deja grogui al contrario para ganar a los puntos. Y en el debate electoral a cuatro eso no sucedió. Pablo Iglesias se presentaba como la alternativa, con las encuestas señalándole como el aspirante. Y el ejerciendo como tal. Y en el plató del Palacio de Congresos ni rozó a Rajoy y recibió golpes por todos los lados, mostrando las debilidades de un partido con poca historia, pero con muchas nubes negras.

Dicen que hay un plus de votos para la figura del “caballo ganador”, de ahí la estrategia del post-debate. Sin embargo la realidad es muy diferente y más compleja, puede que la victoria de un candidato movilice a los votantes de su principal adversario, ya sucedió en el caso del primer cara a cara entre Aznar y Felipe González. El primer debate lo ganó el líder del PP, pero movilizó a los votantes socialistas que estaban en la abstención. En este caso no era un tablero con dos contrincantes, sino un escenario a cuatro.

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