La prudencia de un lado, la incertidumbre por otro y, fundamentalmente el aumento de la presión fiscal en nuestro país están detrás de esa caída de la inversión empresarial. El gobierno necesita recursos para llevar a cabo sus políticas y ha mantenido una estrategia de recaudación con nuevos impuestos y la no deflactación de los ya existentes. Esa política ha supuesto el trasvase de dinero desde el sector privado al sector público. El privado, con menos dinero tiene menos recursos para invertir, mientras que el gobierno con recaudación histórica récord ha desplegado una batería de medidas que afectan fundamentalmente al gasto corriente social: subida de pensiones o medidas anticrisis.
En ese escenario, los analistas muestran su preocupación por dos derivadas de esta situación. De un lado, la pérdida de empleo y de competitividad de las empresas españolas y de otro, por el hecho de que, a pesar de esa recaudación récord de la hacienda Pública, el gobierno no tenga suficiente con el pellizco que le ha pegado al sector privado y cubra la diferencia con más deuda pública, que supera ya el 1,5 billones de euros, cifra jamás alcanzada antes.
Ambas cuestiones pueden atenazar el desarrollo económico y las políticas públicas a corto o medio plazo.