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(Foto: Pool Moncloa // Fernando Calvo) |
España no funciona
lunes 11 de enero de 2021, 11:28h
Empieza a cundir una sensación de hartazgo entre la población. Las crisis grandes -como el coronavirus- o pequeñas -como la de Filomena- han tensado las costuras de la administración. Entre la población empieza a calar la sensación de que España no funciona y cuando lo hace es de forma bastante deficiente.
Y cuando se dice España, es en su conjunto, en el global de las administraciones públicas. Quedó de manifiesto con la tramitación de los ERTES y de las prestaciones por desempleo. Todavía quedan trabajadores del sector privado que no han cobrado la prestación por ERTE, (70% de la base reguladora de los seis meses anteriores durante un periodo de medio año. Si este periodo se alarga, se cobra el 50%). Las citas para tramitar el desempleo tardan en darse tres meses. El ingreso mínimo vital, no llega al grueso de la población. Las colas del hambre aumentan y las organizaciones no gubernamentales no dan abasto para cubrir la demanda de alimentos y de bienes esenciales. La administración digital es un laberinto. Los teléfonos de muchos centros rara vez se descuelgan. Hay muchos funcionarios que sienten sobre sus espaldas la dejadez de algunos compañeros.
La distribución de las vacunas va con retraso, los planes de vacunación, también. Las medidas restrictivas por la Covid se adoptan en función de la saturación hospitalaria y no sobre un plan de salud pública. Se abre o se cierra la mano en función de la ocupación de camas y de UCIs. Hay situaciones en las que, desde que se comunica posible contagio hasta que un médico recibe el caso y empieza el contacto telefónico con el paciente, transcurre más de una semana, con lo que se produce una mayor expansión del virus y, a partir de ahí, pasan varios días más hasta una prueba que determine la positividad o no del paciente. Para entonces, algunos ya han desarrollado la enfermedad y empiezan a presentar cuadros graves…
El abrir y cerrar la mano sobre restricciones se traslada a la actividad económica, que se resiente. Mayor número de negocios y autónomos ven cómo se acercan al precipicio.
En lo económico, como en lo social, todo se deja para el último día. Se hizo con la programación educativa. Se hizo con la prórroga de los ERTEs.
Y en esto llega Filomena y termina por sorprender a todos. Y España es un caos. Más caos todavía. El sábado las principales cadenas de distribución de alimentos se quedan sin productos básicos para reponer porque los camiones no llegan, están atrapados en el caos. Los hospitales quedan bloqueados. Los servidores públicos hacen lo que pueden (los sanitarios doblan y triplican los turnos), las fuerzas de seguridad se ven sobrepasadas, lo mismo que las de emergencias. Ha fallado la planificación y la preparación y ejecución de la respuesta. Tal es el caos que todas las administraciones aparcan momentáneamente el pim-pam-pum ideológico para tratar de salir del paso. Algunos de los líderes más mediáticos ni aparecen. Los que clamaban años atrás contra la subida de la luz y pedían la nacionalización de las eléctricas, guardan silencio y apuntan con el dedo al de al lado… Y España no funciona. En medio de ese caos hay quien habla de la Cañada Real, critica desde la ignorancia, que algunas depresiones atmosféricas lleven nombre de mujer, o a lo más que llegan es que se va a investigar la subida de la luz, que se duplica en unos pocos días, y que minimizan el impacto en el recibo mensual. Nada sobre los cortes de suministros de luz y gas a decenas de miles de españoles…
España no funciona. Es de esperar que esa subida de sueldo desde primeros de mes a los empleados públicos aprobada por el gobierno de forma lineal, igual para los que se están jugando la vida y trabajando a destajo, como para el que está escondido en un falso teletrabajo, sirva para algo. Algunos la ven corta, un 0,9%. Claro que no la comparan con la de los trabajadores del sector privado, acuciados por paro, regulación de empleo y retrocesos salariales…